El
Lenguaje cinético en los cuentos Sueños de algodón
de
Marina Sandoval
Una
narradora sin mediadores, protagonista de sus sueños, es Lucía, la muñeca a quien la
escritora Marina Sandoval convierte en hacedora de su propia historia. El 7 de
mayo en el escenario de la Biblioteca Estadal Agustín Codazzi de Maracay se
presentó el libro Sueños de algodón,
expresión de una muñeca que transgrede los límites de su cuerpo inerte, llevada
por el deseo de ser bailarina flamenca.
Movida por el lenguaje cinético de su creadora, se posesiona de un espacio
simbólico para crear una ficción dentro de su ficcionalidad.
Libro que ingresa por la puerta
grande de Cuentos infantiles venezolanos en este siglo XXI. Cuando los ritmos caóticos e incertidumbres conviven con
los andares cotidianos, Marina Sandoval
estructura sus cuentos al compás de móviles artísticos fraseados con la
fantasía de las manos de la muñeca Lucía que dice: “Muevo las manos como las
alas de una paloma al vuelo”. Las mismas manos que escriben, paso a paso, la
ilusión que el lector visualiza, oye y siente, porque Marina logra, con su
lenguaje, que giros, taconeos, y contorsiones se conviertan en música, color y
movimiento. Es así como la dinámica narrativa establece sus pautas originales en unos cuentos que
bailaron, el día de su bautismo, al compás de las Bailaoras de la Escuela de Flamenco “Amorcito
Gitano del Carmen”, a quienes la escritora dedica el libro.
La
muñeca Lucía nos enseña que la pasión es la hormona de la vida en ese estadio
de la infancia que precede a la reflexión. Tiempo en que la soñadora muñeca
crece rodeada de niñas, cuyas clases de baile español alimentaban sus deseos de
ser ella también “bailaora”. Como la
Bella Otero que repicó sus tacones al
compás de los octosílabos de La Bailarina
española de José Martí. Que “respira con los tacones/ el tablado zalamera…
O como la enigmática Carmen la Gitana que, desde el cuadro de Ignacio Zuloaga,
inspiró a Rainer María Rilke porque “Inflama su pelo a una mirada,/ y de
pronto, con arte osado, gira/ todo su
traje es ese celo ardiente… Al igual que los poetas, la escritora le imprime su
cadencia a un lenguaje en el cual cada palabra moviliza, con su sensualidad, el
significado audiovisual de vocales y consonantes, combinando el pensar y actuar
de Lucía en su contexto onírico, porque como ella dice” Yo creo en el poder de
la mente y los sueños”.
Marina mueve la imagen, la viste, la regodea, al
supuesto compás del cante jondo, porque para
ser “Auténtica bailaora necesito unos zapatos de Manuela Carrasco, con suela de
cuero y de fina piel por dentro, y por fuera los quiero rojos ¡ ah! Otra cosa
tacones de madera barnizados y con clavos.” Poco a poco la palabra de Lucía se
va escapando del control de su creadora. El lenguaje duplica la personalidad de
la muñeca, dualidad que encierra diferentes simbologías: temporales, visuales,
libertarias, de identidad.
La
posible bailaora, viaja en el tiempo, siente la afinidad con un García Lorca
que le dio prestigio al flamenco, cuando la cultura española lo tildaba de arte
impuro. Al compás del “Cirio, candil, farol y luciérnaga” del poeta andaluz,
Lucía replica al decir: “Cuando me emocionó soy ave, flor, noche y día”. Al
unísono con el poeta, la “bailaora” siente que el taconeo, las bulerías, los
giros, la floración de los dedos, esconden, no sólo el difícil aprendizaje del baile flamenco, sino también
el drama del rechazo social a un arte considerado inculto, hasta finales del
siglo XIX.
Así
Marina Sandoval pone en boca de la protagonista el juego de posibles
interpretaciones: desplaza la libertad en los misterios de una literatura
infantil expresiva, triste, que puede
ser desgarradora y trágica en la infructuosa realidad de un imposible. Como lo
leemos en Hans Christian Andersen, quien en el siglo XIX evoca la fantasía de
la prodigiosa animación de “los endemoniados zapatos rojos”. O en Julio
Garmendia quien en Cuento fantástico
revela la zona íntima de sus personajes
y reconoce que aventurarse en ellos es encontrar la realidad abreviada
de los sueños, que, aunque irreales, convocan a la presencia de un ethos
verdadero, siempre consciente de que sus personajes son: “¡Extravagancias! Como
si fuéramos otra cosa que ficticios que pretendemos dejar de serlo.”
En
Sueños de algodón no se
cierra el abanico, no cesan los taconeos, no naufraga la razón del sueño, perdura el halo de misteriosa pureza de una
muñeca que no vuelve a encerrarse dentro
de sí misma, porque es la palabra la que inflama la imaginación de Lucía. Ella
va inventando su propia rememoración, y su creadora, Marina Sandoval, desea que el
sueño no muera en el veloz transcurrir
de la infancia. Lo expresa Lucía cuando, en el último cuento, Los zapatos rojos dice: “El taconeo de
mis zapatos despertará a Blanca Nieves y a la Bella durmiente y a todas las
princesas que duermen en el bosque o en el fondo del mar…”
La escritora juega al encanto de lo ilógico,
aquel que le hizo decir a Goethe en Werther
“Pero, Señor, ¿estará escrito en el destino del hombre que sólo pueda ser
feliz antes de tener razón o después de haberla perdido?
Julia Elena Rial
Bibliografía
Andersen,
Hans Christian. (2005).Cuento completos.
Madrid: Cátedra.
García
Lorca, Federico.(1977). Obras completas.
Madrid: Aguilar.
Garmendia,
Julio. (2004). Tienda de muñecas. Caracas: Monte Ávila.
Goethe,
Johan W.(1981).Werther. Madrid:
Ediciones La Palma.
Martí,
José.(1952). Poesía. Buenos Aires:
Raigal.
Rilke,
Rainer María (2008). Antología.
Madrid: Ediciones Vitrubio.
Sandoval,
Marina. ( 2016). Sueños de algodón.
Maracay. Edición artesanal.
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